domingo, 15 de noviembre de 2015

De concilio a concilios.

De Concilio a Concilios…


Gran escozor, por decir lo menos, es lo que ha provocado en los administradores de la página “lldm ¿verdad o mentira?”, la celebración del Concilio Internacional de Pastores de la Iglesia La Luz del Mundo, celebrado en Silao, Guanajuato, los pasados días 10 y 11 de noviembre.


 “Ahora La Luz del Mundo también organiza CONCILIOS, igualitos a los de el corrupto clero católico a los que tanto atacan y critican (sic)”, refieren en su página de Facebook. Ante tal infundio, que obedece a la ignorancia y falta de entendimiento de las Sagradas Escrituras, me veo obligado, a título personal, a dar una respuesta. No se trata de una réplica a los perversos detractores –quienes bajo la sombra del anonimato propalan error, confusión y bajezas, escudados siempre detrás de las redes sociales–, sino una aclaración a las personas que al leer dicha información posteriormente cuenten con los elementos suficientes para analizar y valorar cuál es Iglesia de Cristo y dónde podrán encontrar la genuina paz para sus almas.


La Iglesia del Dios Vivo Columna y Baluarte de la Verdad (1 Timoteo 3:15), desde el principio, celebró su primer Concilio en Jerusalén, organizado y convocado por los doce apóstoles del primer siglo (Hechos 15).



En este primer Concilio, los apóstoles primitivos se reunieron para llegar a acuerdos en la administración de la Iglesia del Señor y definir estrategias de cómo evangelizar Jerusalén, sin coincidir o estorbarse unos a otros, en sus áreas delimitadas de trabajo pastoral. Cabe recordar que Cristo llamó a doce apóstoles para que predicasen el Evangelio en Jerusalén (Lucas 24:47).


¿Cuál es la diferencia entre el primer Concilio de la Iglesia del Dios Vivo Columna y Baluarte de la Verdad, convocado y dirigido por los apóstoles primitivos en Jerusalén, y los Concilios del catolicismo romano? En primer lugar, mientras el Primer Concilio de la Primitiva Iglesia fue para llegar a acuerdos en la estrategia geográfica de la evangelización y la administración eclesiástica, los 21 Concilios Romanos –que se llevaron a cabo a partir del siglo IV, bajo el reinado del emperador Constantino– no fueron para llegar a acuerdos o estrategias para administrar la Iglesia, sino para cambiar la doctrina de Cristo. Eso, la Iglesia del Señor siempre lo va a cuestionar.


Los Concilios Romanos, en síntesis, fueron convocados algunas veces por los emperadores y otras por los papas, con el propósito de cambiar y agregar “añadidos” a la doctrina de Cristo. A través de ellos, los cardenales y obispos católicos establecieron, a lo largo de los siglos, leyes contrarias a la enseñanza de los apóstoles de la primitiva Iglesia y elevaron al rango de dogmas, prácticas y creencias sustraídas del paganismo de la época y de la filosofía griega, opuestas diametralmente a la Palabra de Dios. Se citan a continuación algunas de ellas: el papado (sucesión apostólica; primado de Pedro; infalibilidad papal y Pedro, primer obispo de Roma), el bautismo de los niños, el culto a las imágenes y las reliquias, la adoración a la cruz, el celibato sacerdotal, la canonización de los santos, la misa (como sacramento y como sacrificio), la transubstanciación, la adoración a la eucaristía, la confesión auricular al sacerdote, las indulgencias, los dogmas marianos (la maternidad divina de María, su virginidad perpetua, su inmaculada concepción y su asunción corporal al cielo), la prohibición de la lectura de la Biblia , el purgatorio, el limbo –que por cierto ya no existe, por decisión del papa Benedicto XVI– entre otras.



¿Qué es entonces lo que cuestiona la Iglesia del Dios Vivo Columna y Baluarte de la Verdad desde el principio? ¡A aquel o aquellos que cambian la doctrina de Cristo! En este tenor, el Hijo de Dios refirió: “El cielo y la tierra pasará pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). Desde los tiempos antiguos, los apóstoles y la Primitiva Iglesia criticaba, con argumentos,  a los seudoreligiosos que no iban de acuerdo con la enseñanza del Maestro.


Si a los detractores anónimos, quienes lanzan la piedra y esconden la mano, encubiertos detrás de las redes sociales, les causa escozor el uso de la palabra Concilio –que es un término bíblico (Hechos 5:41)–, para la reunión internacional de los Pastores de la Iglesia La Luz del Mundo… ¿Se escandalizarán porque la Primitiva Iglesia, la de los Apóstoles, tuvo su Primer Concilio en Jerusalén?



Concilio, del griego sunedrion, significa literalmente “sentados juntos”. Se trata, en el sentido estricto de la palabra, de una reunión para abordar temas de interés común. Si los detractores desconocen la historia de la primitiva Iglesia, el Nuevo Testamento y la etimología grecolatina de la definición en comento, exhiben, además de supina ignorancia, dolo y mala fe. “Estos son fuentes sin agua…” (2 Pedro 2:17).


Más allá de tecnicismos gramaticales o semánticos, a la reunión de los Pastores de la Iglesia la Luz del Mundo pueden llamarle los detractores como ellos quieran: Congreso, Junta, Reunión, Concilio… Es, a fin de cuentas, el mismo significado. La diferencia no está en una palabra: la diferencia está en la doctrina. Estas reuniones seguirán desarrollándose así como fueron convocadas por los apóstoles del primer siglo: para llegar a acuerdos y estrategias en la administración de la Iglesia, manteniendo intacta la misma doctrina que los apóstoles predicaron desde el principio.



Si les escandalizó el Primer Concilio de los Apóstoles, es su problema… Que le cambien el nombre y sanseacabó. Dijo el Apóstol Pablo: “Si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo” (1 Corintios 8: 13). Si tu hermano se escandaliza porque come carne, no comas. Si se escandaliza porque no come, come. Lamentablemente, los detractores siempre estarán buscando la manera de atacar a la Iglesia del Dios Vivo Columna y Baluarte de la Verdad, quien siempre responderá, a la luz pública, a todo cuestionamiento con doctrina y bases sólidas, no a través de la ofensa o el ataque sin entender el porqué de las cosas.


Por último, caben las siguientes preguntas: ¿En qué creen quienes desde el anonimato tiran la piedra y esconden la mano? ¿En quién creen? ¿Cuáles son sus bases? ¿Cuál es su doctrina?  ¿Qué ofrecen a sus lectores? ¿Qué beneficios o que aspectos positivos aportan para que el mundo conozca la verdad? ¿Están puestos para criticar y juzgar a una Iglesia que guía sus normas, doctrina y moral de acuerdo con la Palabra de Dios?



Qué tristeza que quienes administran la citada página sean un grupo de personas que se dediquen a atacar a la Iglesia La Luz del Mundo y no a dar a conocer la verdadera enseñanza de Cristo, porque no tienen nada que ofrecer al mundo: solo críticas y ataques a los que están buscando a Dios, conduciéndose como actúan los impíos.


No solo me siento orgulloso de pertenecer a la Iglesia Jesucristo en esta época de dispensación (2 Corintios 6:1-2), sino que lo anterior lo puedo expresar con plena libertad, dando la cara y no bajo la cobardía y ruindad del anonimato. Conocí la pureza de esta doctrina –tal como se predicó en el primer siglo– por un Apóstol de Jesucristo, de quien conozco su nombre y su rostro. A diferencia de los detractores, que de ellos no se sabe ni su nombre ni su rostro, por lo que son dignos hijos de quien es el padre de todo error y mentira (Juan 8:44).



Dios lo sabe: estas líneas nos las escribo con el ánimo de responder a los detractores, sino para demostrar, con gran satisfacción, que la enseñanza que he recibido de un genuino Apóstol de Jesucristo, tiene bases sólidas y fundamento en la Palabra de Dios, y no en el anonimato ni la saña destructiva. Por esta bendita enseñanza, el Apóstol Naasón Joaquín me ha enseñado a construir y a edificar, invariablemente, sobre la piedra angular que es Cristo Jesús (1 Pedro 2: 6-8), y su doctrina (Efesios 2:20).



Si las personas que al leer ese artículo, posteriormente lo contrastan en ese sentido con lo que enseña y practica la Iglesia del Dios Vivo Columna y Baluarte de la Verdad, quien tiene argumentos y bases sólidas, fundadas en la Palabra de Dios para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que demande razón de nuestra esperanza (1 Pedro 3:15), aporté con mi testimonio personal un granito de arena para dar a conocer el Evangelio eterno.



Por último, en mi Iglesia no se ataca por atacar, ni se critica por criticar. Nuestra enseñanza está basada en la Palabra de Dios y, en consecuencia, estoy fundamentándola en este comentario.

Cuando se critica a los Concilios Romanos no es por cuestiones semánticas, sino porque han cambiado la doctrina de Cristo, y siempre será criticable un Concilio –o como gramaticalmente se le quiera denominar– que atente en contra de la Doctrina de Cristo.


A t e n t a m e n t e
Julian Dominguez Flores
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